30 noviembre 2006

LA SOCIEDAD DELIBERA EN LAS PELUQUERÍAS

¿Por qué tenemos un sistema de salud pública tan precario?

El sábado renové mi look, ya hacía más de siete meses que no iba a la peluquería. No porque me disguste cortarme el cabello, al contrario, descubrí que me siento renovado al salir de cada visita. Y de paso, con mi peluquero del barrio solemos charlar sobre temas cotidianos o que tienen que ver con mis quehaceres. Siempre demuestra ser una persona actualizada y con criterio en muchos temas, y esta última vez descubrí que le tocó hacer la colimba justo durante la guerra de Malvinas. Tenía ganas de preguntarle muchas cosas sobre sus impresiones en ese momento, algo me llegó a revelar, pero también confesó que es un tema que le trae malos recuerdos. Así que seguimos con otras cuestiones. Antes de mi turno, alcancé a escuchar un intercambio de opiniones con otro cliente sobre un tema que preocupa a tantos que utilizamos los hospitales públicos: el estado casi de colapso de la salud estatal.

Quien depende de estos hospitales, sabe las proezas por las que hay que atravesar, como sacar turnos con tres meses de anticipación o pasar la noche y la madrugada en vela para tener uno de los limitados números que se entregan por día. Mínimos no por la cantidad, sino teniendo en cuenta la gran demanda de los pacientes. Las situaciones cambian según el hospital y la especialidad, pero en general no hay diferencias entre lo que sucede en la provincia de Buenos Aires o Capital Federal. Acá no pongo en juego la calidad de los médicos y demás trabajadores de la salud pública. Aunque esta insuficiencia de turnos llevó a que más de una vez me sintiera humillado: no faltó la vez que en guardia ni me miraron por considerar que mi caso no revestía urgencia, o luego de una espera de horas me despacharon con el clásico “tomate esto cada ocho horas”, sin ni siquiera explicarme lo mínimo sobre mi dolencia. “Que pase el que sigue” era la prioridad.

El Hospital de Clínicas es el último que visité, ya hace tiempo, e incluso tenía pensado ir por diversos temas. Tarde ya. Desde la semana pasada se encuentra en huelga, pues su presupuesto no es suficiente para los insumos mínimos ni los sueldos. ¿A qué se debe esta situación? Es interesante escuchar las razones que suelen esgrimirse.

En la charla de la peluquería no faltó el ingrediente “extranjero”. Chilenos y bolivianos realizan “tours de salud”, para todo tipo de operaciones, incluso para tener a sus hijos y luego volver a sus países de origen. Debemos recordar que en Chile la salud no es gratuita como aquí, hay un sistema de distintas clases de coberturas según el ingreso que uno acredite. O sea, cuanto más pobre la persona, menos cobertura. No corroboré el dato sobre los “tours” (parecidos a los de compras), igualmente no creo que sean miles y miles quienes cruzan la cordillera para hacerse atender en Mendoza. También escuché el argumento de que hay muchos inmigrantes, y estos acaparan los hospitales públicos, llevando al colapso o realizándose las operaciones más caras. Ahí me pregunto: ¿A quiénes se dirigen los médicos y los hospitales? ¿Su interlocutor es un paciente, una persona o una sociedad? Algunas veces dudé de cada una de estas opciones. No me trataron como a una persona en más de una ocasión, más que paciente fui un número, y si así tratan a la sociedad, deberían entender que ellos inciden sobre su propio destino.

Con respecto a los “aprovechadores” extranjeros, esta línea de pensamiento obvia un dato fundamental que tiene que ver con el origen de nuestra sociedad actual, y sobre todo la ciudad de Buenos Aires. Argentina cambió notablemente no sólo en cantidad sino en cuanto a estructura a partir de la gran inmigración de fines del siglo XIX y principios del siglo siguiente. De hecho en un momento dos de cada tres habitantes de la ciudad porteña eran inmigrantes. Basta mirar una guía de teléfono para comprobar el origen tan diverso de las personas de este rincón del país. Pero, parece ser, los inmigrantes de esta última etapa (de los países limítrofes, de África y del este asiático) no van a contribuir con el país como lo hicieron en su momento los provenientes de Italia, España, Francia, el Este europeo y el Medio Oriente (nuestros queridos “turcos”). Enciman llenan los hospitales.

La inmigración dio forma a la Argentina moderna, y continúa modelándola. Los inmigrantes, desde entonces, ahora y en el futuro, constituyen una parte esencial de la sociedad local.

Los planteos reaccionarios tienen un buen lugar en los medios, hay canales de televisión y radios enteras que se dedican a difundirlos. No es difícil escuchar su eco en las discusiones de señora de barrio. La “gente” tiene derecho a buscar culpables y quejarse. Lo que me preocupa en todo caso es que todavía no encuentro una reflexión de parte de los responsables de la salud, a una altura acorde a la tarea tan noble y necesaria que llevan adelante. Ya escuché a directores de hospitales utilizar el mismo razonamiento de expuse arriba, aunque más sutil: vienen muchos pacientes de provincia a Capital en vez de hacerse atender en su municipio.

El presupuesto estatal para salud y educación es mínimo, lo que se recauda en impuestos va hacia otro lado. Y los conflictos en los hospitales sirven de argumento para quienes quieren acabar con la salud gratuita, así como la educación también se vio deteriorada en la última década. Estos dos aspectos construyen la dignidad humana. Un ciudadano con educación y con los cuidados necesarios, se constituye en una persona plena. Sino, todo es precario: la salud y formación intelectual de las personas, la sociedad por lo tanto, y las ideas que esta misma sociedad tiene de si misma.

Exequiel