29 diciembre 2006

BOLETERÍAS-QUIOSCO Y PROFESORES CON TAXÍMETRO

El neoliberalismo en el subte y otras formas de avasallar la dignidad del trabajador

Cuatro años atrás había arreglado con una amiga para ir al cine. Ella llegó sobre la hora al encuentro, resulta que esa tarde hubo un paro de subtes. De regreso a mi casa, en el tren me crucé con varios trabajadores del subte que habían participado de las manifestaciones, y no los miré mal ni los culpé de haberme perdido las mejores ubicaciones en la sala. Reclamaban por las seis horas de trabajo para todos los empleados, pues se trata de una tarea insalubre. Me pareció una buena causa, y siempre apoyo este tipo de luchas. Aunque distinta fue la situación cuando pasé recientemente por la estación Bulnes de la línea D. Resulta que la persona encargada de vender los boletos está dentro de un drugstore, y junto con el pasaje despacha golosinas y gaseosas, lo cual hace más lenta su tarea provocando una larga cola. Me molestó esto, se lo dije, aclarándole que no tenía nada en contra de ella. Pero al instante asumí que debía estar tan consciente como yo de que esta modalidad llevó a ahorrarle a la empresa todo un sueldo. A menos que esta empleada cobre el doble, por aquella persona que debería estar atendiendo el quiosco, lo cual es muy poco probable. Aquél que le quita el puesto de trabajo a otro es un carnero. Y esto yo no lo apoyo.

La semana pasada terminé de dar clases. Las tres anteriores fueron una locura, hubo días en que me levanté a las seis de la mañana para volver a mi casa después de medianoche. Algunos alumnos los fui siguiendo desde unos meses atrás, otros volvieron a pedir por mi o los tuve por recomendación de otros que me conocían, y en general tuve chicos muy inteligentes, amables y educados. Hubo una excepción en la anteúltima jornada, una chica que a pocos minutos de comenzar la clase me colmó la paciencia con sus reacciones groseras y decidí dar por terminado todo (no faltó el ¡no entiendo un carajo!, y estuve más de quince minutos sólo para explicarle qué era una meseta). Me sentía muy ofendido por esa demostración de mala educación, pero lo peor recién comenzaba. Ya había pasado por ese lugar, una casa de ropa en realidad, a la hora convenida un par de horas antes. La alumna no había llegado, se arregló un nuevo horario, así que debía cobrarle por ese turno cancelado más la clase que no llegamos a terminar. Ahí comenzó una discusión, pues esta quinceañera no reconocía su error de haber faltado al primer encuentro, y quería pagarme por los minutos que había tenido de clase, haciendo el cálculo como lo hacía con los taxis.

Fue inútil tratar de hacerle entender todo el tiempo que para entonces había perdido con ella. Había dejado de lado otra clase por ir ahí, y en lapso que tuve que esperarla me fui a comer un par de empanadas a plaza Las Heras, en medio de un calor agobiante; sino seguro me hubiera salteado el almuerzo. Pero para ella yo había aprovechado el tiempo en otro trabajo, y no tenía por qué pagarme el viaje o la espera. Tampoco quería entender que yo no estaba a su disposición. Yo estoy haciendo un trabajo, estoy ganándome la vida. Para eso trabajo más de doce horas. Pero para ella era un “servicio”, para eso me había “contratado”. Ante la negativa, simplemente le pregunté por qué tanto lío, si el dinero era de los padres. Me dijo que era su dinero, de su trabajo, a lo cual no tuve más que ser sincero y decirle que ella no trabajaba, que era la hija de los dueños del local de ropa. Las empleadas allí presentes trabajaban, yo estaba trabajando. Ella sólo estaba manejando la caja.

No debí haber discutido con una adolescente de esa edad, pero no me comunicaron con los padres cuando pregunté por ellos. Y luego de un rato descubrí que entre las personas que trabajaban ahí estaba la madre, que se negó a hablar conmigo. Mientras tanto no hizo más que apoyar los argumentos de su hija, incluso con un acto tan descortés como preocuparse porque le estaba usando la línea de teléfono. Una de las empleadas me dio la razón cuando expuse que esa nena era una maleducada. Y seguro también coincidió con mis otros planteos. Ante mi reclamo, recibí nada menos que diez veces menos la cifra que me debían pagar, y enciman me amenazaron con que iban a llamar a la policía. Acepté el dinero y me retiré sólo ante la promesa del dueño del centro de profesores de pagarme el resto, sino no hubiera salido de ahí por más amenaza que quisieran tirarme encima.

No me fui sin antes decirles lo despreciables que eran como personas. Me insultaron de la peor manera que se puede hacer con una persona: decir que mi tiempo y esfuerzo no valen nada, o cuando mucho cuatro pesos. Esa madre tenía la convicción de que su tiempo valía mucho más que el mío, por lo cual ni se tomó la molestia de preguntarme por qué había decidido dar por finalizada la clase abruptamente. En parte tenía razón, ya que en una hora de trabajo seguro gana mucho más de lo que yo puedo llegar a ganar en todo un día. Pero lo que me reconforta es saber que ambos lo tenemos en claro. Yo tengo que ganarme el pan de forma muy dura, y ella no tiene por qué preocuparle eso. No tiene por qué conmoverla este dato, así como no debe sensibilizarla la situación de tantas personas que ni siquiera pueden conseguir un trabajo decente.

Lo que si no puedo perdonar es que pasen por alto mi dignidad como trabajador. Ella tiene dinero, yo no, y esto lleva a una conocida contradicción: la riqueza de unos se basa en la explotación de otros. No puedo dejar de imaginarme cómo deben tratar a los empleados en ese lugar. Yo fui tratado como un embustero, no como alguien que fue a realizar una noble tarea como educador. Estas personas mostraron una gran ignorancia, y no me refiero a que yo pasé por la universidad y ellas no. Estoy hablando del respeto básico hacia toda persona. Si se respeta el trabajo, se está respetando todo lo demás, pues es a través del trabajo que las personas se reproducen como seres humanos.

Trabajando, el hombre se puede considerar un ser digno, pues si trabaja en primer lugar es para satisfacer sus necesidades básicas. Esto siempre lo explico cuando a mis alumnos les marco lo específico del sistema capitalista. ¿Alguien trabaja porque lo amenazan de muerte? No, todos lo hacen por iniciativa propia. Y simplemente porque sino se mueren de hambre. Y si no respetamos el trabajo de las personas, estamos diciendo que esa persona no merece desarrollarse como individuo.

Ya llegó fin de año. Así que, siguiendo con el tema del blog, les deseo paz, pan y trabajo para todos.
¡Hasta el 2007!

Exequiel

30 noviembre 2006

LA SOCIEDAD DELIBERA EN LAS PELUQUERÍAS

¿Por qué tenemos un sistema de salud pública tan precario?

El sábado renové mi look, ya hacía más de siete meses que no iba a la peluquería. No porque me disguste cortarme el cabello, al contrario, descubrí que me siento renovado al salir de cada visita. Y de paso, con mi peluquero del barrio solemos charlar sobre temas cotidianos o que tienen que ver con mis quehaceres. Siempre demuestra ser una persona actualizada y con criterio en muchos temas, y esta última vez descubrí que le tocó hacer la colimba justo durante la guerra de Malvinas. Tenía ganas de preguntarle muchas cosas sobre sus impresiones en ese momento, algo me llegó a revelar, pero también confesó que es un tema que le trae malos recuerdos. Así que seguimos con otras cuestiones. Antes de mi turno, alcancé a escuchar un intercambio de opiniones con otro cliente sobre un tema que preocupa a tantos que utilizamos los hospitales públicos: el estado casi de colapso de la salud estatal.

Quien depende de estos hospitales, sabe las proezas por las que hay que atravesar, como sacar turnos con tres meses de anticipación o pasar la noche y la madrugada en vela para tener uno de los limitados números que se entregan por día. Mínimos no por la cantidad, sino teniendo en cuenta la gran demanda de los pacientes. Las situaciones cambian según el hospital y la especialidad, pero en general no hay diferencias entre lo que sucede en la provincia de Buenos Aires o Capital Federal. Acá no pongo en juego la calidad de los médicos y demás trabajadores de la salud pública. Aunque esta insuficiencia de turnos llevó a que más de una vez me sintiera humillado: no faltó la vez que en guardia ni me miraron por considerar que mi caso no revestía urgencia, o luego de una espera de horas me despacharon con el clásico “tomate esto cada ocho horas”, sin ni siquiera explicarme lo mínimo sobre mi dolencia. “Que pase el que sigue” era la prioridad.

El Hospital de Clínicas es el último que visité, ya hace tiempo, e incluso tenía pensado ir por diversos temas. Tarde ya. Desde la semana pasada se encuentra en huelga, pues su presupuesto no es suficiente para los insumos mínimos ni los sueldos. ¿A qué se debe esta situación? Es interesante escuchar las razones que suelen esgrimirse.

En la charla de la peluquería no faltó el ingrediente “extranjero”. Chilenos y bolivianos realizan “tours de salud”, para todo tipo de operaciones, incluso para tener a sus hijos y luego volver a sus países de origen. Debemos recordar que en Chile la salud no es gratuita como aquí, hay un sistema de distintas clases de coberturas según el ingreso que uno acredite. O sea, cuanto más pobre la persona, menos cobertura. No corroboré el dato sobre los “tours” (parecidos a los de compras), igualmente no creo que sean miles y miles quienes cruzan la cordillera para hacerse atender en Mendoza. También escuché el argumento de que hay muchos inmigrantes, y estos acaparan los hospitales públicos, llevando al colapso o realizándose las operaciones más caras. Ahí me pregunto: ¿A quiénes se dirigen los médicos y los hospitales? ¿Su interlocutor es un paciente, una persona o una sociedad? Algunas veces dudé de cada una de estas opciones. No me trataron como a una persona en más de una ocasión, más que paciente fui un número, y si así tratan a la sociedad, deberían entender que ellos inciden sobre su propio destino.

Con respecto a los “aprovechadores” extranjeros, esta línea de pensamiento obvia un dato fundamental que tiene que ver con el origen de nuestra sociedad actual, y sobre todo la ciudad de Buenos Aires. Argentina cambió notablemente no sólo en cantidad sino en cuanto a estructura a partir de la gran inmigración de fines del siglo XIX y principios del siglo siguiente. De hecho en un momento dos de cada tres habitantes de la ciudad porteña eran inmigrantes. Basta mirar una guía de teléfono para comprobar el origen tan diverso de las personas de este rincón del país. Pero, parece ser, los inmigrantes de esta última etapa (de los países limítrofes, de África y del este asiático) no van a contribuir con el país como lo hicieron en su momento los provenientes de Italia, España, Francia, el Este europeo y el Medio Oriente (nuestros queridos “turcos”). Enciman llenan los hospitales.

La inmigración dio forma a la Argentina moderna, y continúa modelándola. Los inmigrantes, desde entonces, ahora y en el futuro, constituyen una parte esencial de la sociedad local.

Los planteos reaccionarios tienen un buen lugar en los medios, hay canales de televisión y radios enteras que se dedican a difundirlos. No es difícil escuchar su eco en las discusiones de señora de barrio. La “gente” tiene derecho a buscar culpables y quejarse. Lo que me preocupa en todo caso es que todavía no encuentro una reflexión de parte de los responsables de la salud, a una altura acorde a la tarea tan noble y necesaria que llevan adelante. Ya escuché a directores de hospitales utilizar el mismo razonamiento de expuse arriba, aunque más sutil: vienen muchos pacientes de provincia a Capital en vez de hacerse atender en su municipio.

El presupuesto estatal para salud y educación es mínimo, lo que se recauda en impuestos va hacia otro lado. Y los conflictos en los hospitales sirven de argumento para quienes quieren acabar con la salud gratuita, así como la educación también se vio deteriorada en la última década. Estos dos aspectos construyen la dignidad humana. Un ciudadano con educación y con los cuidados necesarios, se constituye en una persona plena. Sino, todo es precario: la salud y formación intelectual de las personas, la sociedad por lo tanto, y las ideas que esta misma sociedad tiene de si misma.

Exequiel

29 octubre 2006

“ELLOS NO VIVEN SINO EN NOSOTROS, Y POR ESO VIVEN TAN POCO”

A dos años de una pérdida

El sábado por la tarde me dediqué a dar un par clases, una de historia y otra de geografía en inglés, mi última innovación. En el medio de los dos alumnos me quedó un hueco de un par de horas, así que me senté a tomar un café y leer en la plaza de la estación Belgrano R. Me quedaba a mitad de camino de mi destino en Núñez, seguí viaje sin apuro, y pasé frente a la casa de fotos de la familia de Carlos Mattioni. Estaba cerrada a esa hora, y no puede evitar cruzar la calle y mirar por la vidriera. Había pasado por allí en varias ocasiones, esto ya lo conté, cuando fui a retirar fotos que con mucha amabilidad me cedió Carlos para mis revistas, o las que él me había tomado con algún músico famoso.

A través del vidrio se ven dos cuadros de sendas fotos muy preciadas por Carlos, una de Paul Stanley, otra de Dimebag Darrell de Pantera. Hay varias de Tarja, los músicos de Megadeth en vivo (una incluye un autografo personalizado) y mezcladas entre las fotos de clientes aparece el propio Carlos. Ahí recordé que en este mes de octubre se cumplieron dos años de su fallecimiento.

Su desaparición fue un evento triste, inesperado, injusto. Por suerte nos quedan de él muy buenos recuerdos, quizás no tantos en mi caso como ahora quisiera. Pero suficientes para que se me humedezcan los ojos. Aunque encontré una certeza al contemplar esas fotos. Ahí estaba su arte, el fruto de su actividad preferida. Ahí estaban sus creaciones, ya inmortales, que todavía se pueden contemplar en las paredes de ese negocio de barrio. En las páginas de algunas revistas humedecidas. En las colecciones personales de algunos privilegiados, que las recibieron casi como un regalo, y ahora las atesoran con celo.

Las personas mueren cuando no dejaron nada de sí en este mundo material. El eco de sus ideas sobre papel o en el acorde de una canción, su mirada del mundo en un dibujo o en una fotografía, las torna eternas. O mueren cuando son olvidadas.

Por eso, como dice Carlos Drummond de Andrade, “viven en nosotros”. Los salvamos del olvido, esa única muerte temible. Completemos la poesía:

“Fuera de nosotros es que tal vez dejaron de vivir, para lo que se llama tiempo. Y esa eternidad negativa no nos desalienta. Poco y mal que ellos vivan, dentro de nosotros, es vida no obstante”.

De seguro, Carlos, no vas a morir tan fácilmente.

Exequiel

31 agosto 2006

LA VIDA SIN FIDEL

Un isla que no se hunde

La noticia de la internación de Fidel Castro fue motivo de todo tipo de especulaciones, y llevó al festejo de los disidentes cubanos y aquellos que siempre tienen a mano razones para justificar su odio hacia el inamovible líder. La historia de Cuba en los últimos 50 años va a la par del Comandante, incluso cuando suelen prepararse documentales sobre su vida, como uno que emitió National Geographic hace un par de años, terminan siendo un recuento de la Revolución Cubana. Uno y otro parecen inseparables. Por esto mismo se formuló inmediatamente la pregunta sobre qué acarrería su muerte, y con qué cambios nos encontraríamos. La Revolución continúa, argumenta el Partido Comunista Cubano; una Cuba libre, esperan los detractores. ¿Libre de qué?

La antinomía igualdad/democracia fue el gran escollo con que se encontraron los Estados capitalistas a comienzos del siglo XX. Suelen identificarse ambos términos, pero la existencia de la democracia no garantiza la igualdad de condiciones para todos sus miembros. De hecho disfraza las diferencias bajo el lema del liberalismo: si todos tienen el derecho de elegir, podrán acceder a la vida digna que ansían. Sólo que en esa carrera por los bienes indispensables (no sólo de mercado, sino asimismo educación y condiciones dignas de vida), la gran mayoría arranca con una gran desventaja. Si es que puede participar. La democracia garantiza la libertad de expresión y los derechos cívicos, pero sigue justificando la dominación de unos pocos sobre muchos, enriqueciendo a aquellos y hundiendo a estos, cada vez más con el paso de cada generación. O sea, tenemos desigualdad, en un marco de libertad y fraternidad. Y también, no olvidemos, propiedad.

La ausencia de una verdadera libertad de expresión y las violaciones a los derechos humanos son los crímenes que se le imputan al régimen cubano. Con respecto a lo último, hay que recordar que hacia 1976 cuando la ONU realizó un informe sobre los derechos humanos en América, el país que demostró más respeto hacia ellos fue Cuba. Mientras que Estados Unidos fue sancionado por violarlos flagrantemente. Ni hablar de Argentina.

Cuba está fuera del tiempo, ese es en realidad su mayor pecado. El gran régimen comunista de la Unión Soviética hace tiempo que cayó, y su sólo fracaso debería haber hecho caer en la cuenta a los cubanos que el capitalismo está destinado a triunfar. Pero como esto no lo entienden tan fácilmente (y continúan apoyando a Castro), hacen falta bloqueos y condenas internacionales encabezadas por Estados Unidos. Cuba reniega de la democracia, por lo que el reino del mal que es el socialismo debe extinguirse con el propio Castro.

No importa que el sistema de salud pública y la educación estén garantizadas para toda la población. Que se puedan formar médicos e ingenieros en cualquier estrato de la población y esté ausente el analfabetismo. Debe haber total libertad de expresión. Justamente para que si un niño se muere de hambre, puedan denunciarlo. Pero los infanticidios ocurrieron en otros puntos del Caribe. Justamente en casi todos los países centroamericanos excepto Cuba.

Sólo es cuestión de revisar la historia reciente de países como El Salvador y Nicaragua, para ver de que destino escapó Cuba. Mientras la Revolución acabó con el sangriento régimen de Batista apoyado por Estados Unidos, en 1959, Somoza en Nicaragua y Romero en El Salvador llevaron a la pobreza a esos países, con el abierto apoyo del país norteamericano. Y lo que es peor, cuando fueron derrocados, Washington se encargó de financiar a los Contras y otros grupos paramilitares, verdaderos escuadrones de la muerte. Se buscaba salvar del comunismo a esos países, por lo cual se realizó el exterminio de miles de personas (13.000 salvadoreños en 1980, por ejemplo), y el consiguiente retraso de sus economías y vida cultural. Cuba mientras tanto le aseguraba una vida digna a sus ciudadanos.

Podemos ver también los casos de Haití (el país más pobre de todo el continente), Guatemala, Honduras, etc. Todos salvados del comunismo, todos ellos envueltos en inestabilidad económica y política durante décadas. Y en todos ellos Estados Unidos intervino apoyando a los contrainsurgentes o a los gobiernos moderados, impidiendo o entorpeciendo a los movimientos radicales, revolucionarios.

Demos vuelta el razonamiento: el comunismo salvó a Cuba de ese mismo destino. ¿Qué nunca se prácticó el verdadero comunismo en Cuba, y sólo es una dictadura? Bien, admitamóslo por el momento. Pero la mayoría de las democracias capitalistas en funcionamiento no logran llegar ni lejos a los resultados de esa Cuba bloqueada y amenazada. Tampoco lo buscan.

Ya pasó el cumpleaños de Fidel, la fecha esperada para su resurgimiento en la vida pública. Puede que nunca más se recupere. Sólo esperamos que esa Revolución eterna (como toda revolución, se conoce el principio pero rara vez su final) continúe con buena parte de sus características. El mismo Kennedy trató de detenerla con una invasión, y poco después toda la isla estuvo a punto de ser barrida del mapa con la crisis de los misiles de 1962. Sus ideales son defenestrados día a día por quienes repiten un discurso oxidado. Aunque cada vez se hace más evidente que el capiltalismo no tiene nada que ofrecerle a Cuba, y si mucho que sacarle, como bien sabemos en un país como Argentina.

En cualquier momento podemos aclamar: ¡Fidel ha muerto! Y a continuación: ¡Viva la Revolución!

Exequiel

04 agosto 2006

ANTES ERAS GUERRILLERO, AHORA SOS BILARDISTA

Por las sendas argentinas una vez marchó el ERP

En la película “El Asadito”, un grupo de amigos se reúnen la noche del 30 de diciembre de 1999, a modo de adelanto de ese festejo de fin de año tan especial. Todos mayores de 40 años, la mayoría de ellos llevaban años sin verse, y los recuerdos que compartían desde hacía ya varias décadas dan forma a una narración de aires cotidianos, filmada con una técnica totalmente despojada de pretensiones. Desde las historietas de comic a romances decisivos, la charla aparentemente vanal acaba reflejando buena parte de las vivencias de todo un país desde la década del ´60. Ese grupo de personas, entre otras revelaciones, desnuda el viraje político, gradual pero claro, desde una generación que creyó y actuó para lograr un cambio radical, a un momento donde las inquietudes de esa misma generación no parecen ser tan pretenciosas.

“Gordo, ¿te acordás cuando Santucho iba a comer asado a tu casa?”, es la pregunta que detona la conclusión incluida como título del post. Tal vez el “gordo” nunca perdió sus convicciones, pero ya no recibe a guerrilleros en su casa. Santucho murió hace treinta años, y hoy en día muchos no tienen idea de qué trataban esas organizaciones político-militares.

El 19 de julio se cumplió el trigésimo aniversario del asesinato del líder del PRT-ERP, el santiagueño Mario Roberto Santucho, y de casualidad encontré en el noticiero de América TV un informe que prometía desentrañar qué pasó con el cuerpo de Santucho. Abatido en un departamento de Villa Marteli cuando ya estaba prácticamente despidiéndose rumbo a Cuba, su cuerpo fue tomado por el ejército y nunca se supo qué fue de él. La investigación no resolvió este enigma, pero sobre todo, a pesar de haber sido dividida en dos emisiones, no llegó a cumplir con la propuesta básica, la de explicar quién era Santucho.

El conductor, Guillermo Andino, utilizó la palabra “terrorista” para referirse a él, equiparándolo así con alguno de los líderes fundamentalistas que abundan hoy en día. Y no sé hizo el mas mínimo recuento de la historia y desarrollo del PRT-ERP, del cual se podía indicar al menos que se trataba de una organización política, de vasta inserción popular, que en un momento tomó la iniciativa armada. A diferencia de la idea que uno tiene de un grupo guerrillero, el PRT no nació con la intención de utilizar la violencia como primera y única alternativa. Aunque ya esta breve aclaración parecía demasiado compleja, o innecesaria en el tono casi sensacionalista con que era presentado el informe.

Seguramente Canal 9 no debe haber hecho la más mínima mención a este tema. Y si bien las intenciones del noticiero que sí se encargó no era la de realizar un balance histórico, con sus omisiones se ubica en la misma línea de condena hacia esos singulares movimientos que tuvieron un fuerte protagonismo en la sociedad de los 60s y 70s en Argentina. ¿Quiénes fueron? ¿Por qué hicieron lo que hicieron? ¿Por qué tantas personas que podían haber llevado una vida “normal” eligieron tomar las armas y sacrificaron su integridad en pos de un objetivo tantas veces calificado de “utópico”? Las preguntas básicas que hasta ahora los medios esquivan, perdiéndose así el inicio de un análisis profundo pendiente. En ciencias sociales el tema se viene planteando cada vez más, no sólo por parte de historiadores y sociólogos sino de sus propios protagonistas, aunque como en tantos otras áreas, el público masivo, “la gente” como gustan definirlo en los noticieros, no puede siquiera acercarse.

La Teoría de los Dos Demonios sigue teniendo una gran fuerza a la hora de formar la opinión pública, inclusive hace poco vi que una legisladora de apellido Guinzburg la invocó a garganta pelada en el Congreso de la Nación para que no olvidemos que “la subversión asesinó a militares”. El rico debate que se abrió con el libro “Nunca Más” a su vez cerró otro igual de necesario al invocar en su introducción esa figura de dos fuerzas que se combatían mutuamente, desencadenando la violencia en el país. Es muy fácil refutar esta idea, por empezar cuando nos referimos a la última dictadura militar estamos ante una violencia estatal de proporciones inauditas, que tuvo antecedentes igual de macabros mucho antes de marzo de 1976. Mientras que los grupos armados guerrilleros se originaron en gran parte como respuesta ante la ilegitimidad de los gobiernos militares que siguieron al golpe de 1955, y se constituyeron en muchos casos como grupos de estudio y discusión ante esta situación. Con una gran inserción y apoyo en fábricas, barrios, ingenios, etc., llegaron a la opción de la lucha armada recién luego de varios años de práctica política, tal el caso del PRT-ERP. Como dato llamativo, encontré episodios tanto dentro del ERP como en las FAL, donde ataques armados fallaron o fueron abortados porque se quería evitar derramamiento de sangre, por ejemplo nunca disparaban contra colimbas.

La situación extrema de censura y ocultamiento de la represión y crímenes se dio durante el Mundial de Fútbol de 1978, el gran evento utilizado como propaganda a favor de la Junta Militar (como respuesta Montoneros lanzó en ese mismo momento toda una serie de incursiones cuyos resultados obviamente fueron omitidos por la prensa). Aunque ahora los métodos de silenciamiento de un tema como el de la guerrilla son más sutiles. Simplemente se evita discutir críticamente el tema.

La consigna de “Liberación o dependencia” movilizó a miles de almas. No muchos años después, la dicotomía era “Bilardo o Menotti”.

Exequiel