29 octubre 2006

“ELLOS NO VIVEN SINO EN NOSOTROS, Y POR ESO VIVEN TAN POCO”

A dos años de una pérdida

El sábado por la tarde me dediqué a dar un par clases, una de historia y otra de geografía en inglés, mi última innovación. En el medio de los dos alumnos me quedó un hueco de un par de horas, así que me senté a tomar un café y leer en la plaza de la estación Belgrano R. Me quedaba a mitad de camino de mi destino en Núñez, seguí viaje sin apuro, y pasé frente a la casa de fotos de la familia de Carlos Mattioni. Estaba cerrada a esa hora, y no puede evitar cruzar la calle y mirar por la vidriera. Había pasado por allí en varias ocasiones, esto ya lo conté, cuando fui a retirar fotos que con mucha amabilidad me cedió Carlos para mis revistas, o las que él me había tomado con algún músico famoso.

A través del vidrio se ven dos cuadros de sendas fotos muy preciadas por Carlos, una de Paul Stanley, otra de Dimebag Darrell de Pantera. Hay varias de Tarja, los músicos de Megadeth en vivo (una incluye un autografo personalizado) y mezcladas entre las fotos de clientes aparece el propio Carlos. Ahí recordé que en este mes de octubre se cumplieron dos años de su fallecimiento.

Su desaparición fue un evento triste, inesperado, injusto. Por suerte nos quedan de él muy buenos recuerdos, quizás no tantos en mi caso como ahora quisiera. Pero suficientes para que se me humedezcan los ojos. Aunque encontré una certeza al contemplar esas fotos. Ahí estaba su arte, el fruto de su actividad preferida. Ahí estaban sus creaciones, ya inmortales, que todavía se pueden contemplar en las paredes de ese negocio de barrio. En las páginas de algunas revistas humedecidas. En las colecciones personales de algunos privilegiados, que las recibieron casi como un regalo, y ahora las atesoran con celo.

Las personas mueren cuando no dejaron nada de sí en este mundo material. El eco de sus ideas sobre papel o en el acorde de una canción, su mirada del mundo en un dibujo o en una fotografía, las torna eternas. O mueren cuando son olvidadas.

Por eso, como dice Carlos Drummond de Andrade, “viven en nosotros”. Los salvamos del olvido, esa única muerte temible. Completemos la poesía:

“Fuera de nosotros es que tal vez dejaron de vivir, para lo que se llama tiempo. Y esa eternidad negativa no nos desalienta. Poco y mal que ellos vivan, dentro de nosotros, es vida no obstante”.

De seguro, Carlos, no vas a morir tan fácilmente.

Exequiel

1 comentario:

Miguel dijo...

Exequiel gracias por recordar a Charly
saludos
Miguel Sigales