30 noviembre 2007

¡ES RE IERTÍO!

Filosofía con otras letras

Hace unos meses noté que había resucitado la revista Fierro, y no pude resistir la tentación de llevarme un ejemplar del kiosco de la estación de Ituzaingó. Todo un símbolo tanto de la historieta en Argentina, como de esa movida cultural que floreció en los 80s, burlándose de los oscuros años de censura de la década anterior. Basta ver las sugestivas tapas, con tonos que decantan en lo oscuro y enigmático o con un dejo erótico, para identificar inmediatamente ese particular estilo, que por mi parte lo tengo presente pues tengo atesorados algunos de los primeros ejemplares. Encontré a viejos conocidos, como El Tomi, Tati, Rep, Breccia y Max Cachimba, junto a otros que descubrí recientemente en otros medios. El sábado pasado ordené mi biblioteca, y aparecieron también la Escorpio, El Eternauta en formato folletín (lectura obligatoria), y otros libros de comics que ya se acercan a los quince años de antigüedad. Y ahí caí en la cuenta lo olvidado que tenía este material. Lo cual no es necesariamente un signo de adultez.

Mientras viajaba en el tren, no pude dejar de reírme con mi ejemplar de Fierro. Acostumbrado a lecturas más “serias” a lo largo del año, me sorprendí a mí mismo con una sonrisa en cada tira. La irreverencia, la desfachatez y el espíritu iconoclasta de los autores me hicieron volver a una época en que buscaba atrapar lo no-convencional, tanto en música (algo que continúo practicando) como en letras. Puedo encontrarlo en otro tipo de literatura, aunque el formato del comic se nutre de una libertad y osadía desprovista de grandes pretensiones. Mediante dibujos a veces toscos, de escasas líneas y referencias crípticas; con una profundidad que el prejuicio puede pasar por alto.

Lovecraft, la última dictadura, los infaltables policiales, y mucho, mucho absurdo convergen en líneas impagables. Basta ver los títulos: “Ana, un mosquito y el enano”, “El Síndrome Guastavino”, “Té de Nuez”... ¿Y qué puede uno hacer ante personajes como un enano al que le crecen tetas si fuma un Chesterfield, Juanito pagando en el kiosco con billetes de 1,95 australes o una remake de Pelopincho y Cachirula más cínica que el original? Simplemente salir de lo estructurado y dejarse llevar por una sucesión sin sentido (o con mucho) de cuadritos, que nos dicen que el abecedario no empieza en A y termina en Z.

Antes del viaje que la introdujo en su adolescencia, Alicia se preguntó: ¿Y de qué sirve un libro que no tiene ni dibujos ni conversación? Luego de tal experiencia, mucho no debe haber cambiado su razonamiento.

Exequiel

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